Recibe una citación del pre-escolar al que asiste su hija, y para sorpresa, la maestra le explica que la niña no interactúa con sus compañeritos de aula. Advierte en casa, que ella se retrae y solo habla o se ríe con algún juguete de peluche o con ‘alguien’ que está aparentemente sentado a su lado, pero al que nadie puede escuchar, sentir y mucho menos ver.
Es posible que se encuentre ante un caso cada vez menos raro: el de niños, sobre todo en edad pre-escolar, que incorporan a sus juegos habituales, a los reconocidos como amigos imaginarios, con quienes comparten una suerte de comunicación. En algunas situaciones, supera a la que sostienen con otros infantes e incluso con padres u otros familiares.
¿Se trata de manifestaciones de creatividad infantil, o actos que deben preocupar? Pues podrían revelar una necesidad de interacción o de entrega de afectos, que no satisfacen en sus hogares o en su círculo de pequeños amigos.
La Asociación Mundial de Educadores Infantiles realizó un estudio en el que presentó las tres principales explicaciones para este tipo de comportamiento.
Según la Asociación, un grupo de especialistas considera que los hijos únicos, que conviven solo con adultos, son los más propensos a tener amigos imaginarios, pues de esa forma sustituyen la carencia de contactos con niños de su edad.
Otros piensan que el fenómeno no es un fruto de la soledad propia de ser hijo único, sino que se da en los niños más sensibles, con mayor imaginación y fantasía; un tercer grupo, complementa esta segunda opinión y asegura que estos niños que en la infancia tienen amigos imaginarios, podrían convertirse en artistas al llegar a adultos.
La psicóloga chilena, Patricia Ávalos, quien forma parte de quienes piensan que esta situación surge principalmente en niños que son hijos únicos, opina que en general los amigos imaginarios tienen una función positiva para los pequeños, en momentos en que no son capaces de expresar bien sus sentimientos.
“Incluso hay ocasiones en que sus propios sentimientos negativos se los atribuyen a estos ‘amigos’, para evitar un castigo por haber hecho algo indebido”, afirma la psicóloga, y agrega que también surgen como respuesta a idealizaciones e ideas positivas, o para combatir la ansiedad o el estrés.
En general, los autores coinciden en que el amigo imaginario aparece en un período que no abarca más allá de los seis años de edad, y suele terminar apenas los niños se incorporan al colegio y brindan más atención a otros amigos con los que tienen que estudiar y con quienes conversan, pelean, discuten o juegan.
Pero si se extiende en el tiempo y el hijo no empieza a socializar con sus compañeros y además persiste en su actitud retraída, puede ser un problema. El conflicto se agrava si el amigo imaginario se torna violento, o se observan en el niño conductas agresivas, ante lo cual se debe consultar a un especialista.
La experta mexicana en Psicología Social, Karla González, y Sara Pereira, egresada de la Facultad de Psicología y Ciencias de la ciudad portuguesa de Porto, coinciden en que, durante los primeros años de vida, los infantes, aunque son conscientes del mundo real, todavía les cuesta asimilarlo y aceptarlo tal como es, razón por la cual crean un mundo donde todo es posible, permitido y solucionado. Es la llamada ‘etapa del pensamiento mágico’.
Es a través del amigo imaginario, que los niños liberan sus pensamientos positivos y negativos.
Proyectan sus conflictos, miedos y fobias delante de nuevas situaciones, como tener que abandonar el pañal, ir a la guardería o jardín infantil, cambiar de casa, o enfrentar algún reto o realidad diferente. Además, están adquiriendo más confianza en sí mismos y, en su lógica, si su amigo imaginario consigue vencer al mal, ellos también podrán hacerlo.
Se sentirán más fuertes y capaces, y eso favorecerá su autoestima, a la par que ayudará a que controlen mejor sus emociones.
Mientras desarrollan estas habilidades sociales, entienden de mejor manera el punto de vista de la otra persona, en este caso, el del amigo imaginario, pudiendo asimilar así lo positivo de su relación y descartar los elementos negativos, como la agresividad o el uso de esta especie de chivo expiatorio para los actos indebidos.
Un consejo a los padres: según la mayoría de los especialistas citados, aunque el mundo mágico de sus hijos les parezca gracioso o inofensivo, no deben participar, ni estimular, ni tampoco reprimirlos para que no sigan jugando y conversando con este amigo imaginario.
Lo correcto es jugar el papel de un discreto espía, observar a cierta distancia y escuchar las conversaciones con este personaje, sacado de la imaginación y así descubrir las necesidades o deseos emergentes del niño y saber si esta relación, fruto de la mente del pequeño, es normal a su edad.
No lo regañe por lo que pueda parecerle demasiada imaginación, porque puede herirlo y evitará charlar con su amigo imaginario delante suyo. Es más, podría socavar por largo tiempo los lazos de confianza y entendimiento que deben existir entre padres e hijos.
Trate más bien, de sumar a su hijo a actividades que lo relacionen con niños de su edad, para que aprenda a socializar y saciar sus necesidades de juego y de aventuras, y vaya olvidando a ese amigo imaginario que, en algún momento, le fue útil.
Fuente: http://www.cubavibra.es/
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